Regreso al hogar
Carmen llegó al refugio con un centenar de dudas en la cabeza, no podía creer lo que había ocurrido. Uriel no era Uriel… era el Escultor… ¿pero desde cuándo? Todo lo que sabía de él… ¿era mentira? ¿cuándo había dejado de ser él? ¿Lo había llegado siquiera a conocer o sólo había visto una quimera? ¿Debería ir a buscarlo o se sentiría traicionada al comprobar que no era a él a quién conocía? Se encontraba confusa…
Al entrar en el enorme salón colocó su iPhone en la base del iPod de la minicadena, comenzó a sonar “My inmortal”, tras lo que se dirigió al sofá para sentarse mientras se encendía un cigarrillo. No conseguía comprender bien lo ocurrido aquella noche. La noche en la que había sobrevivido a una Assamita. Desde la llamada del Sabbat la noche anterior, sabía que aquellas entregas serían una trampa mortal para todos los vástagos de la ciudad que acudiesen a los encuentros, y los ataques diurnos a los refugios no habían ayudado a mantener la calma. La mayor parte de los vástagos acudieron malheridos. Todo apuntaba a un suicidio en masa. Pero ella tenía muy claras sus prioridades, aunque Andrea no fuese una de ellas.
Todavía no había asimilado por qué aquellos vástagos habían acudido a un lugar que se sabía que sería un suicidio si tanto les importaba su no vida e iban a salir corriendo. Luciel al menos había sido rápida. ¿A qué pensarían que iban? ¿A una fiesta de tartas? ¡Obviamente era peligroso! Y huir nunca es una buena opción, los enemigos aprovechan la cobardía para atacar por la espalda y nunca se debe dejar desprotegida cuando el enemigo te rodea, eso es algo que ya le enseñaron hacía muchos años en un mal encuentro.
Carmen sintió un extraño impulso que la llevó hacia su abrigo. Se levantó, caminó unos pasos y miró dentro de su abrigo. Dentro del bolsillo izquierdo encontró una nota. “No olvides quien eres y lo que eres capaz de hacer. Si en algún momento se te olvidase, yo estaré ahí para hacértelo recordar… Espero que sea de su gusto”. Una sonrisa iluminó el triste semblante de la rosa, ese que horas antes se había tornado en sangre por la angustia y la melancolía al contemplar el cuadro de Alison. Aún mantenía la herida en su dedo, producto de los cortes que le hizo el anillo al girarlo. A pesar de todo, de los peligros que la acechaban, de la ansiedad que la envolvía, un haz de luz le mostraba la esperanza. Tal vez no todo estuviese perdido.
Fragmento de #ProyectoCaos.