Narrativa
La mayor calidez de sus labios

La mayor calidez de sus labios

Al terminar, hacía bastante frío para seguir haciendo botellona en la calle, por lo que Luka nos llevó a una fiesta en un edificio de pisos de estudiantes, y nos dio una bolsita con eme para las cuatro. Diego lo vio y poniéndome mala cara se acercó a mí, me la quitó de las manos, me dijo que si lo quería lo cogiese, y se puso un par de piedras en los labios. Supongo que me notó en la cara que no entendía muy bien a qué estaba jugando, así que se acercó más y puso sus labios junto a los míos unos segundos antes de besarme, pasándome una de las piedras al hacerlo.

Fue un beso tan amargo por el éxtasis en cristal, que al colapsarme las papilas gustativas, me resultó extremadamente dulce. Tenía los labios carnosos y suaves, y tras el primero, le siguieron muchos besos más. No sé si sería por la situación, por el vago recuerdo del polvo que echamos en fin de año, o por la droga, pero me notaba cada minuto que pasaba a su lado más excitada.

Seguimos besándonos y recorriendo nuestros cuerpos hasta encontrar una habitación. Nos encerramos dentro, y comenzamos a quitarnos la ropa sin mirar a dónde la arrojábamos. Apretaba mis muslos con fuerza mientras me cogía en peso, apoyando mi espalda en la puerta por la que habíamos entrado. En sus brazos me sentía ligera. Besaba mi cuello haciéndome gemir mientras un escalofrío surcaba mi cuerpo. Mordía su cuello y arañaba sus hombros, apretando su cadera entre mis muslos, rozando mi pelvis contra él hasta conseguir bajarle el pantalón. Noté cómo me penetraba con suavidad, pero con fuerza, acompasando el ritmo de sus caderas al mío.

«Recorriendo nuestros cuerpos con los labios»

Por cómo me mecía, parecía que mi cuerpo no le pesaba. Me cargó hasta lo que parecía una mesa de escritorio, y tras apartar lo que había encima, me sentó, empujándome hacia atrás con cada beso que me daba en el pecho mientras introducía su mano entre mis muslos. No sólo le notaba dentro, sino también masajeando mi clítoris. El calor del éxtasis y el de mi orgasmo se fundieron en uno, haciéndome sentir una experiencia inexplicable. Le supliqué que se corriese conmigo, y así lo hizo, aunando sus gemidos a los míos, mientras nuestros cuerpos se retorcían de placer sobre la mesa en la que probablemente estudiaría algún desconocido al día siguiente. Le abracé con fuerza tratando de memorizar aquel instante.

Una tos nos hizo percatarnos de que con el arrebato, ni siquiera nos habíamos molestado en comprobar si la habitación estaba vacía, y una silueta moviéndose sobre la cama nos hizo reírnos, recogimos la ropa con prisa y salimos de la habitación. Él había cogido una camiseta que no era suya, pero consideramos que sería mejor no volver, no queríamos comprobar si nuestro polvo le habría dado material para alguna paja a alguien, y salimos a la calle. Me encendí un cigarrillo, y tras la primera calada, me lo quitó para fumárselo él, así que saqué otro. Fuimos a dar una vuelta, y nos sentamos en un puente con las piernas colgando por fuera de la barandilla. Se oía el chapoteo de los peces, y entre bromas, se puso a hablarme en italiano. Me pareció divertido, aunque dudé sobre si se estaría inventado las palabras para hacerse el interesante. No paramos de reír en toda la noche.

pareja besandose en venecia
labios

Fragmento basado en Siluetas en mi pared.

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