Narrativa
Un, dos, tres. Un, dos, tres.

Un, dos, tres. Un, dos, tres.

Carmen continuaba balanceando la cadena como horas antes había sacudido con rabia. Un, dos, tres. Enrolla la cadena de la que pendula el silbato de Cleo en su mano hacia una dirección. Lo agarra con fuerza. Una, dos, tres vueltas. Lo enrolla en la contraria. Lo vuelve a agarrar.

—Casi no recuerdo la última vez que estuve tan cansada. Esta pesadez. Tanto esfuerzo por mantenerme despierta… —Un, dos, tres. Un dos tres. Abre la mano mirando el contenido —“Metropolitan Police”, no se cuántas veces lo habré leído ya esta noche —murmura. Silencio. Silencio incluso en sus pensamientos. Le cuesta tanto dejar de mirar el silbato. Es tan hermoso. Un, dos, tres. Un, dos, tres. Esta vez deja el puño cerrado. Contempla el sello de Armand en su dedo índice. Por un momento le asalta el recuerdo de Luziano entregándoselo. Gira el puño. Fija la mirada en el anillo de su dedo anular, el que le regaló Luziano. Vuelve a perder la noción del tiempo. El sueño le ayuda a dejar de observarlo. Un, dos, tres. Un, dos, tres. —Tres vueltas. Tres objetos apreciados… Demasiados acontecimientos para una sola noche. Horas antes me sentía tan despierta, dispuesta a cualquier cosa, y en cambio ahora… —Un, dos, tres. Un dos, tres. Algo se le cae de la otra mano. —Es cierto, la carta que me entregó Paola. Aún no tengo fuerzas para leerla. Sangre de mi sangre. Más sangre… Ya a penas me queda sangre que perder. Y más sangre que ni sé dónde se encuentra. —Silencio. Un, dos, tres. Un, dos, tres. —Mierda. Se me ha vuelto a caer. Otra vez. Ya es la tercera esta noche que se me cae. —Recoge el silbato del suelo. Hace frío, el cristal del ventanal comienza a empañarse. Apoya la cabeza contra el mismo mientras busca un último cigarrillo en la chaqueta. —Sé que me quedaba al menos uno. ¡Aquí estás! —Encuentra la cajetilla machacada, saca el último cigarrillo. Lo enciende. Tras una calada, mantiene el humo en sus pulmones. Le resulta cálido. Espira. —Sería capaz de quedarme dormida aquí mismo. Me resulta tan hermosa la ciudad… —Un, dos, tres. Un, dos, tres. Vuelve a fijar la mirada en el sello. —No lo entiendo. ¿Por qué todo esto? ¿con qué fin? ¿Mereció la pena? Tanto buscar para después no poder hacer nada. Ya está despierta, quiere entregarse, tal vez ahora me pueda explicar… algo. Algo de todo lo que está ocurriendo. Tal vez cuando hable con ese cabrón por fin obtenga respuestas. —Un, dos, tres. Un, dos, tres. —Sí, claro que sé que ha matado, pero nunca traicionaría a nadie. A nadie a quien fuese leal. Si lo mató, seguro que se lo merecía. Pero no, seguro que es mentira, una artimaña para conseguir una libertad que sabía que de ninguna otra forma se le concedería. Y la muy zorra le ha creído… —Un, dos, tres. Un, dos, tres. —Valiente imbécil, y encima se habrá ido con la cabeza bien alta, convencido de que hacía lo correcto. Puto egoísta. Y a quienes se queden, que les jodan. Y me deja a la cría destrozada. Y encima vendrá “el padre” con el “pobrecita mi niña, ven que yo te cuido”. Otra para echarle de comer a parte, que primero intenta jodernos y después no da la cara. —Un, dos, tres. Un, dos, tres. —Son muy hermosas las formas que hace el humo del cigarro. Parecen de color azul. —Un, dos, tres. Un, dos, tres. —“Metropolitan police”. 5 fracasos. 6 derrotas. 25 años a su vera. 0 victorias. —Un, dos, tres. Un, dos, tres. El sonido de los pájaros la distrae. Busca en el cielo tratando de verlos. —Debería entrar antes de que lo siguiente que me resulte “hermoso” sea el amanecer… Un amanecer es siempre tan hermoso… y hace tanto que no puedo contemplarlo… —Carmen tira la colilla antes de entrar en el interior de la casa. Se dirige a la cama mientras continúa bailando la cadena del silbato, dándole vueltas a su mano derecha. Se desviste mientras se acuesta. No es capaz de quitarse de la cabeza esa sensación de no volver a tener fuerzas para levantarse a la noche siguiente. No sería la primera vez, antes de todo esto, ya le fue imposible hacerlo. Le quedan pocas cosas que parezcan importarle. No confía en nadie, ni en sí misma. En su cabeza sigue resonando el “un, dos, tres. Un, dos, tres” hasta que le pueden las fuerzas y se queda dormida.

autorretrato fantasía vampiro

Fragmento de #ProyectoCaos.

Etiquetas:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.