La casa encantada

A las 20:30 llegó Carmen, puntual. Traía las llaves que nos abrirían aquel tosco candado. Estábamos inquietos, no era la primera vez que yo visitaba aquel mágico lugar, sin embargo, nunca había ido de «excursión» con más gente. Lo que antes había sido un lujoso salón ahora se encontraba derruido, lleno de polvo, telarañas y trastos inútiles amontonados en el suelo. La sala no había perdido su luminosidad a pesar de la cantidad de basura que albergaba. Era un buen lugar para comenzar el «juego».Que no todos conociéramos las reglas nos daba desventaja, pero Carmen prometió que pronto las descubriríamos. Nos comentó que era similar a «Psiquiatría». Tras acordar reunirnos de nuevo en esa sala al final del juego, comenzamos a dispersarnos por la casa.

A medida q fue avanzando la noche, el número de jugadores en las plantas superiores fue disminuyendo. Aparentemente tan sólo teníamos que recorrer la casa, hablar entre nosotros, y sobrevivir. No comprendí cómo se perdía hasta q llegó Juan. Venía raro, no estaba como siempre. Rodeó mi cintura y entonces lo comprendí. Me acababa de infectar. Comencé a sentir un calor intenso en el vientre q me recorrió el cuerpo en cuestión de segundos. Me sentí ligera, mareada, confusa, a penas con fuerzas para mantenerme en pie. Lo cierto es que en ese momento le odié. Había confiado en él y me había traicionado. Él sí conocía el juego, confié en él y me traicionó. Como pude me aparté de él encolerizada. No pareció entender mis gritos, no pareció sentirse culpable sino más bien confuso, no parecía comprender mi enfado. Disgustada comencé a bajar las escaleras a trompicones mientras le inquiría que se alejase de mi. Todo daba vueltas a mi alrededor y la barandilla parecía q iba a ceder de un momento a otro, lo único que me resultaba firme era la pared contra la q apoyaba la espalda. Como pude conseguí llegar al último peldaño y quedarme sentada en él. No pude continuar hasta el salón principal. Cada vez me encontraba más mareada y a pesar de haber luz en la habitación, apenas era capaz de diferenciar las sombras q se acercaban a mí. Era incapaz de entender sus palabras. Algo rozó mi cara, no pude ver qué era, aunque juraría que se trataba de una pluma verde, frondosa y suave. Las manchas borrosas se iban fundiendo con la habitación y las palabras se convirtieron en murmullo. Finalmente me quedé dormida.

Una mano cálida en el hombro me despertó. Pude ver su rostro, era Carmen. Me encontraba bien, todo parecía haber sido un mal sueño. Busqué a Juan para disculparme, no debí decirle aquellas palabras, a fin de cuentas, tan sólo era un juego. Sin embargo, no se encontraba en la habitación, y no era el único. Allí faltaba mucha gente, tan sólo estábamos los que no sabíamos jugar. Nos preguntábamos dónde estarían los demás. Carmen nos pidió silencio.

-Como todos sabéis, nos hemos reunido en una casa encantada. Vuestras percepciones han sido alterada, por lo que aunque sólo sois doce personas, cuando os abrí la puerta estabais convencidos de ser más del doble. En esta casa se encontraban quince almas atrapadas que un día fueron como vosotros, y ahora los habéis liberado a casi todos. Cada uno de los que estáis aquí habéis sido tocados por un alma q os ha «traspasado» su maldición -. El rostro de Carmen se mostró sereno mientas sus oyentes se inquietaban -. No podréis salir de aquí hasta que le «cedáis» vuestra condena al siguiente -. Carmen contempló pasiva como los jóvenes se inquietaban, algunos dirigiéndose hacia la puerta y quemándose tras tocarla -. No os molestéis, no podréis salir de aquí, y no os recomiendo de tratéis de abrir esa puerta… Como os iba diciendo, para poder ser liberados tendréis ganaos la confianza de los nuevos mortales cuando lleguen, pues es necesario que confíen en vosotros para poder liberaros…

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