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Narrativa
Anaïs, la caperucita roja que se comió al lobo

Anaïs, la caperucita roja que se comió al lobo

–¡¡Soy real!! –La voz desgarradora de Hope aún resonaba en el interior de Anaïs. Le habían parecido tan reales las lágrimas en los ojos de su hermana que aún se preguntaba si se había equivocado al tomar su decisión… Pero algo no encajaba, cómo podía haber aparecido allí, tras aquella puerta, justo ante sus ojos… después de tanto tiempo… No tenía sentido y rompía su lógica…

–No, no puedes ser real… ¡estás muerta! Él lo dijo… no apareces en el sistema… no existes… No puedes estar aquí… –murmuraba Anaïs a cada paso que daba hacia atrás –Tú no eres real, él sí…

–¡¡¡Pero soy real!! ¡¡Coge mi mano, ven conmigo!! –Hope lloraba desconsolada sin comprender por qué su hermana prefería refugiarse entre las sombras en vez de volver con ella, y su esperanza se fue desvaneciendo lentamente en la oscuridad.

–Anaïs, respóndeme –La voz de Grey la devolvió a la realidad. Habían pasado semanas desde que llegaron a aquella casa en la que se encontraban a salvo, semanas desde que vio a su hermana aparecer al otro lado de una puerta que debía estar abarrotada de drones preparados para disparar a matar.

–Perdona, ¿qué? –respondió la chica clavando en él sus ojos grises.

–¿Qué por qué ahora vas de rojo? ¿Ya no eres la chica azul?

–Oh, eso… Bueno, no sé… ya no me siento azul… sino más bien rojo… es complejo pero, ¿acaso importa?

–No, no, por supuesto que no… Cada cual puede vestir como quiera… Pero dime, ¿es por el chico ese? La verdad es que no entiendo qué ves en él…

–Veo luz… –respondió pausada. Se sentía extrañamente tranquila, y el mundo parecía diferente desde que él detuvo sus pasos.

–Pero… es Sombra… –dudó Grey.

–Pero tiene luz en la sonrisa –respondió con una leve mueca que se podría interpretar como un amago de sonrisa, y perdiendo la mirada en el silencio de aquella sala continuó –, y un brillo especial en la mirada… Él es calidez y dulzura… Es apego… es un abrazo olvidado… de los que te reconfortan… de los que te dejan grabada su impronta, y aunque no recuerdes el momento, sabes que estuvo ahí.

–Bueno, tú sabrás, niña.

–Todos los que están en esta casa son algo… Quizás por eso estén unidos bajo el manto de la quimera… El León es brillo y fiereza, pero también es honor y decisión, es el ímpetu, la soberbia, el aquí y el ahora. Es rabia… Como Hikari, pero ella también es pasión, sutileza, es emoción, y en parte, dolor. Como lo es también Samael, aunque él sea ira, confusión, abandono… y ello le empuje a ser conocimiento, aprendizaje, errores… y miedo… como Limbo, que es también humanidad, desconcierto, duda… Quizás por eso sea también renacer y esperanza… Aunque probablemente eso sólo sea porque Hope le cambió por dentro…

–¿Hope?

–No importa… ya no es nadie… No podía ser real… y ya es tarde…

–Ey, Anaïs –Arkady la sacó de su recuerdo –¿Ya te ha contado el tontico que está jugando con tu chicosombra? –Clic. Los ojos de Anaïs parecieron encenderse y regresar a la sala una vez más.

–Eh, eh, yo no juego… Sólo le he dicho que haga un experimento… Por su bien… es para que… –Poco a poco la realidad de Anaïs volvió a ir despacio, a traspié, ¿por qué el tontito no iba al grano? ¿Por qué se evadía? ¿Por qué alargaba tanto sus respuestas? ¿Por qué evitaba decir las cosas claras? Clic. En la cabeza de la chica de rojo resonaban los engranajes del cubo que no debió tocar. Clic. –Sólo le he dicho que pruebe a concentrarse en hacer que los demás recuerden… bueno, u olviden lo que… –No, no, no, no, pero ¿y si le olvidan? ¿Y si no funciona? ¿Y si se da cuenta de que no le recuerdan? ¿Y si vuelve a creer que no es real? ¿Y si él vuelve a querer que le olviden? ¿Y si trata de hacer que yo le olvide? ¿Y si me abandona? No, no, es mala idea…

–Debo hacerlo, alguien debe hacerlo –El chicosombra sabía que debía ser él quien fuese, quien se sacrificase por darle una oportunidad a aquel loco.

–¿Y por qué tú? No, no irás… no irás sin mí.

–No puedes venir, es peligroso, ¿y si te pasase algo?

–¿Y si te pasase a ti? ¿Para esto he renunciado a todo? ¿Para perderte así?

–De acuerdo, ven. No te abandonaré… Te quiero… –Te quiero… Aquellas dos palabras resonaban como un eco en la cabeza de Anaïs mientras se alejaba de él una vez más, mientras él tomaba su camino entre las sombras, y ella volvía a preguntarse ¿qué es real?

1 comentario en “Anaïs, la caperucita roja que se comió al lobo

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