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Narrativa
El miedo puede traerte de nuevo a casa

El miedo puede traerte de nuevo a casa

El miedo no es malo… El miedo te hace más rápido, más inteligente y más fuerte. El miedo no tiene por qué hacerte cruel o cobarde… puede hacerte bueno. Está bien tener miedo. Siempre vas a tenerlo aunque aprendas a ocultarlo. El miedo es como un compañero constante, siempre está ahí, pero eso está bien porque el miedo puedo unirnos. El miedo puede traerte de nuevo a casa.

Anaïs creyó romperse en mil pedazos al ver que todos regresaban menos él. Le buscó en silencio por toda la casa, con un nudo en el estómago, sin obtener respuesta, y al verle atravesar la puerta pudo de nuevo tomar aire. Se apretó con fuerza contra su pecho, compartiendo sus latidos desbocados mientras inhalaba el olor de su piel. Arkady rompió con sus gritos el silencio entre ellos, exigiendo que ella hiciese lo único que parecía importarle a la Kimera, como si lo que para ella era importante no lo fuese para nadie más. Palpó su torso en busca de heridas, comprobando que se encontraba a salvo antes de dejarse arrastrar hacia la enfermería.

No comprendió lo que vio cuando pudo regresar de nuevo junto al chicosombra. ¿Por qué él parecía estar tan roto por dentro mientras el resto se vanagloriaban por la victoria? ¿Qué había ocurrido mientras ella remendaba las heridas de los idiotas que no hacían más que lanzarse contra las balas? Anaïs cayó de rodillas frente a él mientras El Loco parecía tratar de tranquilizarlo. Le había dejado creyendo que se encontraba bien, y al regresar se dio cuenta de que había sido un error… Tenía las manos heladas, la mirada perdida, la voz temblorosa y el corazón parecía querer salir de su pecho.

Miedo. Su luz tenía miedo. El miedo le embargaba impidiéndole ver más allá de aquel demonio. Y ella no sabía cómo recomponer sus pedazos. No era una herida que pudiese coserse, ni una pieza rota que pudiese arreglarse con las manos. Otro de tantos “te quiero” obtuvo silencio por respuesta. –¿Tú me quieres? Necesito saberlo. –Más que a mi vida… Anaïs tuvo miedo de responder a la siguiente pregunta. Le hizo pedazos la idea de que se lo preguntase solo por alimentar aún más su miedo. Aceptó con un beso antes de que su esperanza le pidiese ayuda para vencer a su miedo, haciendo ver a la muchacha que debía hacer algo más, que remendar a la Kimera tras cada batalla, si quería dejar de temer que no regresase. Sin embargo, no entendió cómo lo haría Maverick para que el miedo desapareciese, ¿cómo eliminaría aquel sentimiento sin dañar otros, sin alterar lo que le hacía especial? ¿Cómo le ayudaría a convertirse en el miedo de otros sin perder la inocencia que la había hecho enamorarse de él?

Ella sería su ancla a la realidad, al igual que él lo había sido cuando cayeron las defensas de la casa por su culpa. No se tocan las cosas que no son de tocar. Aquel niño le recordaba tanto a su hermana pequeña… Le asaltó el recuerdo de cuando trataban de sobrevivir juntas en las calles poco después de perder a sus padres. El cuerpo de Anaïs comenzó a temblar mientras se rompía por dentro al ver sufrir a su calma. Aunque sabía que aquello le haría más fuerte, no podía olvidar las palabras de Maverick mientras alzaba cada uno de sus dedos: olvidará, se volverá loco, deseará morir, o se hará más fuerte.

Si se entrometía demasiado nada de aquello serviría, pero al verle tan asustado no pudo evitar acompañarle, susurrándole que él era más fuerte que todo aquello. Recordándole que fue valiente al aceptar el precio que le supondría evitar que todos olvidasen. En el último recuerdo ocurrió lo inevitable: los cuerpos calcinados y sin vida de quienes habían acudido al museo se encontraban a los pies del asustado muchacho. Cuando el quemado dejó caer ante él aquella masa deformada y sin vida que poco antes había sido de Anaïs, la ira empujó a Sombra contra su miedo, arrojándose con él por un precipicio de caída infinita sumido en la más profunda oscuridad, iluminado tan sólo por una voz que le susurraba una y otra vez “No estás solo… no te abandonaré”.

Pero mientras se alejaba, no podía evitar pensar en el arma de doble filo en el que se había convertido, ya que tarde o temprano se volvería en su contra, y en las consecuencias que aquello conllevaría.

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