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Narrativa
Si el destino de Diego y Lola era estar juntos, sus caminos volverían a unirse, pero ¿y si…?

Si el destino de Diego y Lola era estar juntos, sus caminos volverían a unirse, pero ¿y si…?

¿Te imaginas congeniar por twitter con alguien de otra ciudad pero que, como ambos usáis pseudónimo y no subís fotos, nunca lleguéis a saber que os conocisteis en el colegio y que estabais enamorados? Esta es la historia que podría haber sido si Diego y Lola hubiesen tomado caminos diferentes.

Audiorelato

 

Diego había intentado con todas sus fuerzas que Lola no notase que le había destrozado con su decisión, e incluso, antes de cruzar la puerta de embarque, le dijo que si su destino era estar juntos, sus caminos volverían a unirse. Pero ni él se lo creía. La tristeza oprimía su pecho mientras colocaba la mochila en la parte superior del asiento. Y una vez sentado, no pudo evitar que le brotasen las lágrimas mientras miraba por la ventanilla cómo se alejaban del aeropuerto…

Acostumbrado a estudiar fuera, no le resultó difícil entablar nuevas amistades. Tomás se convirtió en el amigo inseparable que poco después le presentaría a su hermana pequeña, Marina. Aunque sólo tenía intención de estar en Barcelona ese curso, entre ellos fue creciendo un vínculo que se hacía cada día más fuerte. Llegando incluso a plantearse el buscar un trabajo allí para poder quedarse con ella. Lo cierto era que le daba pánico pensar que Marina tampoco quisiese acompañarle si se iba de la ciudad.

Poco antes de acabar el curso, Marina comenzó a estar distante, evitaba quedar con él y no respondía a sus mensajes. Cuando intentó averiguar, a través de Tomás, qué le ocurría, éste le contó que se estaba viendo de nuevo con su exnovio de toda la vida, y que sería mejor que se fuese olvidando de ella, que no era la primera vez que lo dejaba para estar con otros chicos y que después siempre volvían juntos. Y un día, poco después de aquella conversación, Marina le dejó sin darle explicaciones.

Diego acabó los exámenes como pudo, no se podía permitir suspender ninguna asignatura, y haciendo de tripas corazón, se centró en terminar el curso. Además, ya tenía el billete para Ámsterdam. Pero algo dentro de él no le permitía dejar de pensar en ¿y si esa vez era diferente? ¿Qué pasaría si luchaba por ella en vez darse por vencido a la primera y marcharse? Decidido, se presentó en casa de Marina. Creyó cruzarse con el exnovio un par de calles antes de llegar, y en cierto modo, verle con el gesto compungido le dio fuerzas. Al llegar al piso, llamó a la puerta y le abrió Tomás, que trató de convencerlo para que no hablase con Marina, contándole que ella y el chico que acababa de salir esperaban un crío. Las piezas empezaron a encajar en la cabeza de Diego y, creyendo que sería lo mejor para todos, decidió marcharse.

Pero, ¿y si Diego no hubiese querido volver a repetir de nuevo los mismos errores y hubiese entrado en la casa? Habría encontrado a Marina llorando en su dormitorio. Al preguntarle por el embarazo, ella, entre sollozos, le habría contado que no quería ser una carga para él, y que su exnovio la había convencido de que lo mejor para la familia era que volviesen a estar juntos y criar a ese bebé como si fuese suyo; que la amaba y que no permitiría que le ocurriese nada malo a ambos; que el amigo de su hermano sólo había sido un desliz, una mala decisión que se quitaría de en medio a la primera de cambio. Pero Diego la habría convencido de que nada de aquello era cierto, de que la amaba y de que se quedaría con ella y con el bebé. Cuando hubiese nacido su hija, habría descubierto que tenía los mismos ojos de su abuela, quien la podría haber conocido antes de morir de cáncer tres años más tarde.

Diego se habría quedado a vivir en Barcelona, junto a ellas, para siembre. Se habría creado una cuenta de twitter, llamada @ElProfesorErrante, para contarle al mundo las cosas que iba aprendiendo gracias a la paternidad, y cómo aquello le ayudaba a escribir sus libros de pedagogía, aunque también para sentirse cerca de los suyos cada vez que tenía que viajar para impartir algún seminario. Incluso le serviría para conocer a gente interesante con la que hablaría sobre esos mismos temas. Gente como @LaQuimeraIrresistible, y aunque tendrían una maravillosa relación virtual, Lola nunca llegaría a saber que su profesor favorito era Diego, ni Diego descubriría jamás que su amiga de debates sobre educación era Lola.

Pero Diego creyó a Tomás y sintió que sobraba en aquella ecuación. Cogió su maleta y se marchó a Ámsterdam. Estuvo viajando, aprendiendo, descubriendo el mundo, y poco después de la muerte de su madre, una tarde se cruzó con Marina en La Rambla. Llevaba de la mano a una niña delgadilla, alta, de pelo rizado, que era la viva imagen de su abuela. Pero no creyó ser nadie para entrometerse en la realidad de aquella niña. Seguía teniendo contacto con Tomás, y sabía que si algún día quería buscarlo, lo encontraría. Y gracias a aquello, un par de años después volvió a encontrarse con Lola, a quien ahora le tocaría tomar una importante decisión.

 

Relato relacionado con Siluetas en mi pared, una novela romántica de M.R. Belmont.

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